La profesora Peter

Hace dos meses me monte en una aventura de esas de las que jamás en otro momento de mi vida me volveré a montar, y no se trata de cuestiones amorosas – Aunque en esas también me monte- sino en una aventura encantadora y de la que jamás de los jamases me arrepentiré. De pequeña siempre soñé con ser profesora, no sabía de qué pero quería serlo, me gustaba enseñar, hablar, hablar y hablar, mi abuelito -que Dios lo tenga en su santa gloria- me llamaba la profesora Peter, él siempre que llegaba me encontraba con el tablero de tiza que me había comprado mi mami, enseñándole a los peluches y a mis 5 bebés de plástico, lo importante que era aprender a entender el reloj. Mi abuelito se murió pensando que yo sería profesora, y yo pensaba que esa idea loca y casi que ilógica de mi abuelito, jamás de los jamases se haría realidad.  

Me dieron amor de la forma que más me gusta, en palabras. 

Este año y de improviso me ofrecieron la oportunidad de ser profesora de tecnología en un colegio, aquí en el suroccidente de Bogotá; yo había estudiado era filosofía y letras, pero para serles sinceros no recuerdo nada de lo que aprendí, sin embargo toda mi vida sentí una pasión escondida por la tecnología y que con los últimos años se había venido incrementando, todo lo que sabía lo había aprendido en medio de la practica y de la lógica que supongo aprendí de estudiar Filosofía. La idea de ser profesora de chicos más altos y grandes que yo, no me asustaba, yo la había embarrado tanto en la vida que creía que podía ayudarles siquiera un poco en contarles mi tormentosa historia escolar, para que no vivieran los mismos dolores que me habían aquejado. Desde el primer día de clase puse mis cartas sobre la mesa, fueron las siguientes: Aquí nadie se la monta a nadie – Con excepción del profesor- mentiras, nadie puede burlarse, ni ridiculizar al otro. Yo no seré la profesora cansona, mamerta, aburrida, y seria, no seré lo que fueron mis profesores para mí. No oleré la tinta de los cuadernos –Aunque no lo crean el profesor del año pasado lo hacía- No quiero llamar acudientes ni firmar observador y por nada, nada en el mundo aceptaré trabajos aburridos. Después de decir esto en algunos cursos recibí sonrisas, en otras no recibí nada, pues seguramente ya lo habían oído, pero en otras, para mi propia satisfacción, recibí aplausos y gritos que decían ¡Esa era la profesora que necesitábamos! No fue fácil, la verdad con los días me llenaba de lágrimas y rabia cuando regañaban a alguno de mis chiquitos injustamente., tuve que obligarme a mí misma a aceptar los abrazos y besos que ni en toda mi vida junta había recibido. Hace un par de días me llamó el rector a su oficina a decirme que iría al grano, que hasta aquí había llegado mi contrato, no me quiso dar muchas explicaciones y yo tampoco las pedí, días antes había tenido una discusión con una mamá de un niño de mi curso, quién aseguraba que yo era una niña, cuidando niños; que yo no debía meterme a hacer lo que no era capaz de hacer, que yo no cuidaba los colores de su hijo, y que trataba de fastidiosos, a los niños (Esto último jamás sería capaz de decirlo) La verdad es que los papás creen que uno de profesor debe hacer lo que ellos no hacen, en resumidas cuentas, yo en dos meses había conocido más a su hijo que ella en 7 años, yo sabía que Santiago –Así se llama- era un niño inteligente, que lloraba fácilmente pues su corazón era noble como una lechuga, que era desordenado, que le encantaban los colores, que no sabía bailar, que hacía amigos con facilidad, que le gustaban los dulces, y que le daba un miedo terrible cuando su mamá le gritaba cosas a su papá y le tiraba por la cara la ropa, que su abuelito se había muerto antes de nacer, y que le daba mucha tristeza pensar en eso, porque hubiera querido conocerlo, que era despistado porque era muy creativo. Con lágrimas tuve que despedirme de todos, desde los chiquitos de segundo, porque a los de primero no les dije, sino hubiera sido la tragedia más grande de la historia; hasta once, mis chicos preferidos en todo el colegio, con un futuro brillante, inteligentes, creativos, diferentes y con un sentido de amistad que nunca pude igualar.


Hoy con esto quiero cerrar el capítulo, y si, confirmarles en resumidas cuentas ¡Los desgraciados me echaron! Pero que los perdono por la gracia que vuestro señor me ha dado. El vinculo que creo que cree con mis estudiantes ningún ser humano lo podrá romper, sé que en medio de mi humanidad imperfecta pude enseñarles muchas cosas, guiarlos en lo correcto, y me siento feliz de irme sabiendo que fui auténtica, que me di a conocer a mis estudiantes tal y como soy, con mis pintas sacadas del modelo profesional, mis camisetas, mis bolsos, mi música, mis gustos por hora de aventura, entre otros […] Fue duro, no lo niego, decirle a mi alumno favorito Dieguito, un niño hermoso lleno de virtudes y encanto, que tenía que irme, y que ya no sería mi monitor, los ojos se me aguaron y sentí que  los trozos de corazón que me habían dejado una discusión el día anterior, se había vuelto a romper en pequeños, pequeñísimos fragmentos. Chicos este es un homenaje para todos ustedes, quizás no lo lean, pero quiero que cambiaron mi vida, que fue grandioso conocerlos, que me perdonen si los grite alguna vez injustamente, si fui despistada, y les dije que podían traerme el trabajo la próxima clase y como siempre se me olvidaba jajaja, pero me hicieron feliz, sus regalos, sus palabras de agradecimiento, saber que rompí el molde y que nunca me olvidaran – o eso espero yo- que están incrustados en mi alma, y jamás seré igual.

A mis compañeros de trabajo, que fue increíble tenerlos cerca a mí, no olvidaré jamás las bromas que nos hacíamos –En especial la que le hicimos a Edgar jaja- también les pido perdón si la embarre en algo, estoy tratando de corregir muchas cosas malas dentro de mí.

Por último, quiero que piensen que siempre vale la pena ser diferente, que siempre valdrá la pena ser escudero de quienes se aman, que uno no es inteligente por la cantidad de información que guardan en su cabeza, sino en la capacidad de resolver los problemas de la vida común, no permitan que nadie los llamen brutos, estúpidos o faltos de sesos, pues si de algo estoy segura es que no hay mayor motivación para vivir que verlos a ustedes, para mí siempre, sin excepción alguna son genios en formación.

Ah… y que les perdono todas las bromitas que me hicieron, cuando me pasaron electricidad con el laser – eso me paso por primípara- cuando tiraban avioncitos de papel, cuando me cogieron la chaqueta pero luego me pidieron perdón, y cuando les dio por esconder las llaves. ¡Los amo!

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